
Los conventos villalberos contaron siempre con el apoyo de los vecinos de Villalba, sobre todo, en los momentos de más necesidad, algunos de ellos relacionados con la ejecución de determinados programas constructivos destinados a configurar los espacios y edificios de la trama conventual.
Buena muestra de ello son las habituales y, a veces, sustanciosas limosnas con las que los villalberos premiaban a estas instituciones.
La búsqueda, administración y gestión de los recursos económicos fue una constante a lo largo de la vida de nuestros conventos. La economía de los frailes de la Antigua creemos que fue siempre más “inestable” que la del convento de San Juan Bautista, cuya comunidad supo gestionar y administrar mejor su patrimonio y sus recursos.
En este caso, nuestro relato es sólo un apunte del protagonismo de dos mujeres que, de alguna forma, salieron al rescate de los dos conventos carmelitas de la localidad en momentos precisos de necesidad. Más concretamente, estas dos villalberas jugaron un importante papel en la definición del trazado constructivo de ambas instituciones. Una de ellas tuvo una relevancia decisiva en el programa constructivo desarrollado por el convento de frailes a lo largo de sus 50 primeros años de vida.
Nota Inicial: la construcción de la iglesia del convento de frailes
La fábrica y renovación del complejo conventual de Nuestra Señora de la Antigua requirió de importantes inversiones que, en determinados momentos, llegaron a ralentizar la obra de una de sus más importantes edificaciones: la iglesia.
De esa primera iglesia tenemos algunos testimonios muy pocos meses después de la fundación del convento. Tal es el caso del gobernador de Villalba que, apenas comenzado el año 1584, ordena que su cuerpo sea depositado en la iglesia del convento de Nuestra Señora del Carmen desta villa, donde unos días después el prior del monasterio mandó depositasen su cuerpo en el dicho monasterio en la capilla mayor de él, antes de ser trasladado a su lugar de origen.
El primer edificio debió ser una construcción sencilla, tal vez modesta, que con el tiempo requirió de una intervención que la dotara de la consistencia requerida para este tipo de fundaciones.
Un nuevo proyecto emprendido 20 años después dirigido a la ¿restauración, reconstrucción? de este singular edificio conventual, conocida es la consagración de la iglesia en 1602 (ver mármol conmemorativo en la pared del convento), debieron convertirlo en un edificio de especial relevancia.
Sin embargo su construcción se convirtió en una experiencia llena de tensiones y problemas.
Parece ser que esta nueva edificación no acabó de cubrir las necesidades que se habían depositado en ella. Ya fuera por sus problemas constructivos o por la exigencia de un edificio más ambicioso, lo cierto es que apenas 25 años después de su consagración se emprende otro gran programa constructivo que, o bien amplió la iglesia existente, la renovó, o la sustituyó por otra nueva.
María Hijón
A María ya la conocemos por el episodio que marcó la vida de la hermandad de la Soledad a principios del siglo XVII, cuando decide donarle una casa en la calle Maraver con el mandato de convertirla en la capilla y sede de esta cofradía.
Nos acercamos al final del año 1602, una fecha, como ya apuntamos, muy señalada en la historia de nuestro monasterio. A finales de septiembre el prior fray Gabriel de Valtierra y los conventuales reunidos en capítulo se enfrentan a una situación difícil: faltan recursos económicos, no hay dinero para acabar la obra de la iglesia.
Se había dado la fábrica desta iglesia a destajo por trescientos diez ducados y el convento no los tenía. Nos encontramos ante una curiosa situación. Por un lado, el modo de contratación obligaba al pago por la tarea realizada y su finalización no parece que se vaya a demorar mucho tiempo. Por otro, es evidente que la comunidad no tiene capacidad para hacer frente a este pago.
La decisión que toman pasa por buscar dinero prestado de cualquiera persona que los quisiese dar y para ello obligar el convento y todos los bienes que tiene así temporales como espirituales.
Y aquí aparece doña María, ya viuda de Fernando de Osornio, que les presta 2.200 reales de plata… los cuales el dicho convento, e nos en su nombre, vos debemos, comprometiéndose a devolvérselos en el plazo de ocho meses.
Lo curioso del asunto es que esta cantidad representa dos tercios del coste total de la obra y que a lo largo de esos años fueron muchas las limosnas destinadas para ayuda a la obra de la iglesia o para ayuda a la obra y fábrica de la iglesia que de dicho convento quieren hacer. Y son muchos, también, los vecinos que deciden sepultarse en la dicha iglesia que ahora es.
Leonor de Santana
A doña Leonor de Santana hay que enmarcarla en una “segunda etapa”, en los años de reconstrucción, renovación o ampliación de la iglesia conventual de los frailes. Leonor es una villalbera que en 1593 había contraído matrimonio con Gregorio de Vega, un influyente vecino, hijo de un perulero, vinculado a muchas de las instituciones religiosas de la localidad.
Fue un matrimonio sin hijos que consiguió reunir un importante capital a lo largo de su vida llegando, incluso, a fundar varias capellanías.
Por lo que pueda tener de interés, Gregorio, el marido, fundó una de esas capellanías para que se sirva y cante en la iglesia de Nuestra Señora de las Reliquias por su alma y la de sus difuntos, dotándola de un cuantioso capital: dos mil ducados en tributos que se traducen en cien ducados cada año (el precio de una buena casa en el pueblo).
Por su lado, Leonor fundó también su propia capellanía, en este caso en la iglesia parroquial.
En ese contexto, el 17 de marzo de 1630 el visitador general apostólico en la provincia de Andalucía, fray Juan Pinto de Vitoria, refiere como le ha llegado la noticia de la mucha necesidad que nuestro convento de religiosas de San Juan Bautista de Villalba tiene de labrar en el dicho convento gran parte de la cerca para su clausura, cosa tan importante a la observancia religiosa y significar no tener dineros para labrarla, y serles necesario pedirlos prestados a algunas personas, obligándose el dicho convento por escritura a la paga de ellos. Y para ello concede la correspondiente licencia.
No tarda la comunidad, encabezada por sor María de la Cruz, en concertar con doña Leonor de Santana, viuda para entonces, un préstamo de 1.100 reales que nos y este dicho convento le debemos por tantos que por nos hacer merced y buena obra nos ha dado y prestado para la fábrica y obra que contiene la dicha licencia. Un dinero que trujo de casa de la dicha doña Leonor de Santana fray Francisco, su procurador, y que se les entregó en presencia de testigos. Las monjas se comprometen (y cumplen) a devolver este dinero para el día de Pascua del Espíritu Santo del siguiente año.
Tras la muerte de su marido, Gregorio, quedaron ciertos bienes, entre ellos mil ducados de censo principal al redimir y quitar que, en 1634, va a destinar para el convento de frailes de Nuestra Señora del Carmen de esta dicha villa y que soy de acuerdo de le dejar, mandar y donar los dichos mil ducados de censo principal.
¿Para qué?
Para ayuda proseguir fenecer y acabar el dicho convento la nueva obra que tiene comenzada para la iglesia principal de él. Por tanto, poniéndolo en efecto otorgo y conozco por esta carta que, por vía de donación y manda pía y en aquella vía y forma… dejo, mando y dono al dicho convento de Nuestra Señora del Carmen de esta dicha villa los dichos 1000 duc de censo… para el dicho efecto de que con ellos prosigan y acaben la dicha nueva obra de su iglesia que así está comenzada, atento a estar el dicho convento pobre y no tener propios ni renta para ello y por esta causa estar parada la dicha obra.
A cambio , el convento se obliga a decir una serie de misas a lo largo del año.
Como hemos visto, ya fuera en la configuración del espacio del convento de monjas o en la fábrica de la iglesia del monasterio de frailes, la aportación de estas mujeres es muy importante, imbuidas por su devoción hacia la Virgen del Carmen.
Nota final: la dispersión de recursos
Las etapas constructivas de la iglesia del monasterio de frailes de Nuestra Señora de la Antigua coinciden en el tiempo con otros dos grandes proyectos constructivos relacionados con edificios de uso religioso.
La obra de 1602 coincide con la obra de la iglesia del glorioso san Roque, algo que, sin duda, tendría efecto en la recaudación de fondos destinados a la iglesia del convento.
Por otro lado, las obras emprendidas entre 1628 y 1634 coinciden con la gran restauración y renovación de la ermita de las Reliquias, en la que también se invirtió una importante cantidad de dinero y que, con seguridad, repercutió en las arcas conventuales.
Pero eso son historias que dejaremos para otra ocasión.