
En el ceremonial mortuorio de la España Moderna era costumbre que el séquito fúnebre acompañara al finado desde su casa hasta la iglesia parroquial, donde se celebraba el funeral. A veces, cuando así lo había dispuesto el difunto, este cortejo se detenía en algunos lugares, habitualmente cruces de calles, donde los clérigos entonaban un responso por su alma. Estas paradas se denominaban posas.
(Nota: Sobre los rituales de la muerte en Villalba del Alcor escribiremos un artículo próximamente).
En el año 1627, Benito Hernández, un vecino de Villalba, establece en su testamento que en el día de su entierro acompañen su cuerpo todos los clérigos de esta villa que al presente se hallaren en ella, y todos los frailes de misa que a la sazón hubiere en el convento de Nuestra Señora del Carmen de esta dicha villa y las insignias de las cofradías donde soy hermano, y en el camino me hagan tres posas, una a la cruz del Mercadillo, y otra a la entrada de la calle Santana, junto a la cárcel, y la otra en el porche junto a la dicha iglesia…
Es la primera referencia documental que tenemos (hasta ahora) de la existencia de una cruz en el lugar (plazuela) del Mercadillo, lo que hoy es plaza de la Trinidad (El culto a la cruz en Villalba, al Sitio del Mercadillo).
Con toda probabilidad existirían otras cruces situadas en diferentes lugares del pueblo (véase la situada a la entrada de la calle Real a la que hace referencia María Pérez cuando, en 1830, deja un dinero para construir una cruz de hierro que se pondrá la que en el día se encuentra a la entrada de la calle Real de esta población viniendo por el camino de Sevilla.