
Estamos a finales del mes de junio de 1638, han transcurrido 20 años de la llegada de las primeras monjas carmelitas al nuevo convento de Villalba del Alcor.
En esos días, la priora y las clavarias del convento se reúnen con Gonzalo de Herrera, personaje singular en la historia villalbera, para comunicarle que ellas se hallaban muy estrechas de sitio en su convento por haber crecido el número de monjas y que no caben en los coros alto ni bajo para la celebración de los oficios divinos, ni tienen celdas ni dormitorios suficientes; demás que el templo que hoy tienen es pequeño.
Lo que buscan es una posible solución tanto para alargar el templo como para hacer capacidad en los dichos coros.
Tras reflexionar, parece que han llegado a una conclusión: no pueden hacerlo si no es con la calleja que da paso de la calle Real a la del Palomar y Pozo Nuevo, porque las paredes lindan con dicha calleja y que por ello tienen intención de escribir al conde de Miranda para que con el informe que el cabildo hiciere del poco o ningún perjuicio que desto se sigue por haber otras dos calles a los lados que pueden servir de los mismo que la dicha calleja.
Es decir, quieren ocupar la que hoy conocemos por calleja de las Monjas para incorporar ese espacio al convento, consiguiendo ampliar el espacio a costa de ese terreno público.
Hay que decir que no es la primera, ni será la última, que el ayuntamiento cede parte de la vía pública para intereses privados, para la ocupación de ese terreno por parte de algún vecino que lo solicita por algún motivo.
Por eso se han puesto en contacto con Gonzalo de Herrera al que, como alcalde ordinario de la localidad, le piden que lo propusiese a este cabildo para que acordase lo que nos conviniese.
El ayuntamiento se reúne, estudia la propuesta y decide que habiendo hallado que la dicha petición no tiene inconveniente, pareciéndoles que además de ser obra justa será de mucho lustre para esta villa; y que la dicha calleja no hace falta por tener las dos callejas referidas que suplen por ella.
Siendo así, que acordaron que en esta conformidad se escriba a su excelencia para que se sirva de dar licencia para que el concejo haga gracia de la dicha calleja a el dicho convento como lo pide.
Hoy podemos decir, sin temor a equivocarnos, que la licencia nunca llegó, y si lo hizo, este proyecto de hacer desaparecer la calleja de las Monjas al incorporarse como parte del convento, nunca llegó a ejecutarse.