
El 8 de abril de 1582, unos meses antes de la firma de la escritura de fundación del convento de frailes carmelitas de Villalba del Alcor, Francisco Martín Giraldo, vecino de Villalba y Francisco Pérez, vecino de Manzanilla, de mancomún, se comprometen con Juan Pinto, el fundador del futuro monasterio, que ambos, juntamente, harán en el tejar desta villa, desde que asiente el tiempo e hasta todo el mes de septiembre venidero deste año presente de la fecha de esta carta… toda la labor de ladrillo tosco que pudieren hacer e labrar en el dicho tiempo en el dicho tejar de barro, traído e cortado a costa dellos e labrado e cortado todo el dicho ladrillo de barro puro como se suele e acostumbra hacer.
Una labor que sigue el proceso tradicional de la fabricación de ladrillos: tender, cortar, empalomar, enhornar y deshornar… e como lo fuere cortado y así tendiendo e después empalomarlo e beneficiallo e guardallo de los temporales y enhornallo en estando para ello, en horno grande que está en el dicho tejar e lleno y enhornado echada su cobertera para podello cocer.
En este contrato se establece también el coste y las condiciones. Cada hornada de ladrillos le costará a Juan Pinto 22 ducados, además de el vino que hubieren menester para el gasto del dicho tejar de la gente que lo sirviere, y no cualquier vino, el vino ha de ser que se pueda beber buenamente como se suele dar a la gente que trabaja.
El vino, y que no escaseara, era condición inexcusable en cualquier contrato de la época.
Pero además, nuestro fundador, el contratante, está obligado les dar gavera y cubos e sogas… e dos serones de esparto y el agua ha de ser del pozo del tejar e no han de pagar por ello cosa alguna e si agua faltare se ha de traer a costa del dicho Juan Pinto.
Cuando llegó el momento de la firma de la escritura, en los terrenos del futuro convento estaban almacenados los 40.000 ladrillos que permitirían continuar las obras pendientes del convento.