
A mediados del XVIII la asistencia sanitaria y la atención médica de los vecinos de cualquier pueblo eran asuntos que requerían una atención especial por parte de las autoridades municipales.
El salario del médico local estuvo siempre a cargo del ayuntamiento. A costearlo destinando una parte de su “presupuesto”, una partida importante, sin duda.
Fijado este gasto en el presupuesto municipal, otro tema de especial relevancia era el sueldo que el ayuntamiento podía y estaba dispuesto a pagar. Ante la demanda de buenos profesionales y la escasa oferta, los salarios subían y cada vez se hacía más difícil afrontar este gasto con garantías.
Os contamos la situación que vivió Villalba del Alcor en esos años.
El problema
Corría el año 1742 cuando el médico titular de la villa, don Antonio de Anguita, deja el pueblo por haber pasado a otro partido más útil.
Es evidente que el hasta entonces médico titular decide marcharse por una oferta mejor.
Una situación delicada ya que por la ausencia de médico se siguió grave perjuicio en la salud pública del vecindario por no haber podido encontrar el cabildo médico de su satisfacción que quisiese asistir por el corto salario de 500 reales vellón que era el que se había dado a todos los médicos en cada un año…
Parece que nuestro ayuntamiento paga poco a los médicos y no hay ninguno que quiera venir (y con las condiciones que le imponen, que esa es otra historia: asistir a cualquier hora, no poderse ausentar del pueblo…).
¿Problema resuelto?
En vista del gran perjuicio que esta situación tiene para la población, ya que se reconoció haber muerto los vecinos por falta de curación y asistencia de médico, se decide hacer un esfuerzo y, finalmente, encuentran a don Agustín de Acosta, un profesional con el que establecen un contrato de seis años de duración, con un sueldo de 1.100 reales (algo más del doble de lo que recibía el anterior titular).
Pero han pasado los seis años y ahora, en 1749, hace unos meses que se cumplió el contrato y vuelven los problemas. Uno, dos…
Por un lado, el ayuntamiento no podía seguir pagando de sus propios este salario; y por otro, dicho médico se restía (resisitía) a continuar la obligación de su empleo sin que se le asegurase el salario y que este fuese competente.
La propuesta municipal
Ante esta situación el cabildo decide cambiar la forma que hasta entonces se seguía para el pago del salario del médico. Un nuevo sistema de pago en “especie”, siguiendo el ejemplo de Bollullos y Paterna que señalaron 300 fanegas de trigo por salario único del médico a excepción de lo que contribuían los conventos de religiosos, repartidas a el vecindario a proporción e caudales y familiar.
Aunque en este caso, el de Villalba, se incrementaba hasta las 350 fanegas repartidas entre los vecinos como salario único.
Una decisión que se somete a concejo abierto, precediendo las solemnidades acostumbradas y habiendo concurrido todos los vecinos o la mayor parte , que fueron ciento y cinco, todos se conformaron a excepción de diez y siete que dijeron querían estar al estilo antiguo…
Con este apoyo vecinal, el cabildo acude al rey solicitando su licencia para poder repartir entre sus vecinos las dichas 325 fanegas de trigo para salario único del médico.
El desenlace
La solución les llega a través de una Real Facultad (fechada en Madrid, a 29 de abril de 1749 ) en la que el rey, a través de su Consejo, dispone que la villa pueda repartir en el vecindario para el salario del médico 200 ducados anualmente (ahora su salario será de 2.200 reales)… con la obligación de darle de sus propios anualmente 1.100 reales por espacio de seis años.
La decisión real, salomónica y ventajosa para la parte contratada, no es la que el ayuntamiento esperaba. No acaba con el problema, es una solución a medias que resuelve en parte sus problemas, pero les crea otro…
Por cierto, Agustín de Acosta desarrolló su labor en Villalba durante muchos años y así se recoge en la documentación generada durante la elaboración del Catastro de Ensenada.