
San Bartolomé, un santo casi desconocido cuya devoción se extendió rápidamente por el suroeste español tras la reconquista cristiana, registró una especial devoción en el condado onubense, concretamente en Villalba del Alcor donde podemos constatar, además de la titularidad de su parroquia, la existencia de una cofradía y de un hospital bajo la advocación de este apóstol.
Hermandades y cofradías
La fundación y consolidación de una gran variedad de cofradías y hermandades muy diferentes en sus fines y en sus medios es una realidad a lo largo de toda la Edad Moderna.
De naturaleza devocional, penitencial o asistencial se constituyen como el entramado asociativo con más poder, influencia y presencia en la realidad social de España a lo largo de varios siglos.
En las estrictamente asistenciales, la labor benéfica, que en mayor o en menor medida existe en todas las cofradías, se convierte en la principal razón de su existencia, ejerciéndose esta labor, incluso, fuera del ámbito de la propia cofradía y los miembros que a ella pertenecen.
Un ejercicio, el de la beneficencia, que fue primordial en un mundo donde los individuos se encontraban a merced de imprevistos insalvables (tales como las enfermedades, la orfandad, la miseria, o la muerte….) sin el apoyo de entidades creadas para ampararlos y protegerlos.
Agrupaciones benéficas
La finalidad de estas agrupaciones de fieles era la de mantener un hospital, un pequeño establecimiento donde acoger y atender a los pobres transeúntes y mendigos.
Hospitales los hubo en las ciudades y en los pueblos de importancia y Villalba es evidente que los tuvo pues tenemos constancia de la existencia, al menos, de dos hospitales, de uno de los cuales, el de Misericordia, aún quedan vestigios arquitectónicos.
El ejercicio de esta acción asistencial requería un importante esfuerzo material y humano que se veía incrementado por unas exigencias y unos compromisos que excedían al del resto de cofradías: su campo de actuación era más amplio que ninguna pues incluía como sujeto de asistencia a todas aquellas personas acogidas o no a su hospital (incluidos otros hospitales del pueblo).
PARTE I
La cofradía de San Bartolomé
Pero centrémonos en la Cofradía de San Bartolomé. Una institución de la que ya tenemos noticias en la segunda mitad del siglo XVI (pleito con la Hermandad de Nuestro Padre Jesús). Es factible pensar que este hospital estuviera próximo a la parroquia ya que comparte con ella la misma advocación. Su situación es algo que nos aclaran, por ejemplo, algunas de las Visitas Pastorales (vigilancia y control de la diócesis) a lo largo de distintos años. Sirva de ejemplo la realizada en el año 1708 donde se recoge la existencia de varias capillas
… una de San Bartolomé cerca de la parroquial, que está bien cuidada…
La actividad de esta cofradía a lo largo de buena parte de su existencia está más o menos documentada por lo que no es difícil adentrarnos en el devenir de esta corporación. Pero, aparte de la información que sobre ella podemos obtener en sus libros de acuerdos, debemos destacar la existencia de una Regla que data de la primera mitad del siglo XVII. Un conjunto de disposiciones que regulan la vida y el funcionamiento de esta cofradía en un momento especialmente notorio en la evolución de las hermandades.
Reglas de la Cofradía de San Bartolomé
La Regla, conservada en la Biblioteca de la Universidad de Sevilla, es un documento manuscrito compuesto por 32 hojas en las que se desarrollan los 38 capítulos que estructuran la vida de la cofradía y que está fechado en el año 1633.
En el elocuente prólogo se expresan los principios que deben regir el ejercicio de la caridad como elemento trascendente e inseparable de la vida de esta cofradía:
…que seamos de un ánimo, esto es, de un querer y un corazón en Dios y al bien y al bien y al provecho de la caridad (…) Y el que es sin caridad no puede ser salvo qual caridad es amor del próximo porque la caridad todas las cosas vence, todas las cosas sufre y todas las cosas sostiene porque Dios es caridad y el que está en caridad está con Dios y Dios está con él…
A continuación se desarrollan los 38 capítulos correspondientes que vamos a ir desglosando a continuación.
Gobierno
Los primeros capítulos establecen la forma de gobierno de la hermandad y los oficiales responsables del buen funcionamiento de la cofradía. Sigue la costumbre habitual de mantener la dirección y el gobierno de las estas instituciones en manos de un hermano mayor que asumía la representación de la mismas, acompañado por un número de oficiales, diputados en nuestro caso, que eran juntamente convocados (…) con el hermano mayor a todas las cosas que se hubiera de inventar y disponer y arbitrar en servicio de Dios Nuestro Señor con gran misericordia y caridad.
Un hermano mayor y tres diputados que eran elegidos por el conjunto de hermanos y que regían los destinos de la corporación. También la figura de un escribano es indispensable para darle “legalidad” a todos los actos y disposiciones de la hermandad.
Junto a ellos aparece la figura del “muñidor” que, entre otras cosas, estaba obligado a avisar a los hermanos y también a tañer la campanilla (…) cada vez que saliere la cruz parroquial de la casa de Señor San Bartolomé, siempre a cambio de un estipendio.
Deberes
Casi al final de la Regla se dispone un capítulo que recoge una de las obligaciones más peculiares para los responsables de la cofradía:
… que cada domingo después de comer el hermano mayor… los diputados y otros hermanos se reúnan para oír la relación de los hermanos y de otras cualesquier personas que vinieren a decir las miserias de los pobres y ver repartir la limosna de lo que en aquella semana se hubiere llegado.
Otro capítulo recoge la necesidad de elegir un hermano que esté a cargo de los enfermos del hospital:
… un hermano para que tenga cargo del hospital o casa donde estuvieren los enfermos pobres e ansí mismo sea receptor de la limosna perteneciente al gasto y despensa de los pobres estantes en él.
Objetivos
Es en este capítulo donde se introduce la diferencia de intereses y objetivos entre los dos hospitales existentes en ese momento en el pueblo:
… quel dicho hermano de los enfermos también tenga cargo de visitar el otro hospital e casa donde están los pobres que no son enfermos… explicando, unos capítulos más adelante, que hay otros hospitales donde los pobres pudientes pueden ser hospedados y aposentados.
Es decir, el de San Bartolomé es un hospital para pobres enfermos.
Protocolo
Varios capítulos se centran en las “formas”, en las cuidadas fórmulas de elección, funcionamiento y actuación de los hermanos. La recepción de un nuevo hermano se hace introduciendo cada uno de ellos su “voto” de aceptación en un “bonete”, dejando esta aprobación en suspenso si no hubiese acuerdo total.
Las formas son especialmente cuidadas en una sociedad compleja, barroca, donde los comportamientos y el rigor en la conducta es fundamental.
La incorporación a esta hermandad conlleva un pago en metálico que se cifra en 8 reales de plata.

Fiestas
Las fiestas ocupan varios capítulos de la Regla. Se definen las principales fiestas, cómo celebrarlas y las penas por no asistir a ellas:
… seamos obligados venir todos los hermanos de esta casa la víspera de Señor San Bartolomé a misa (…) con cruz alta y ciriales (…) y el día de la fiesta digan misa cantada con su responso y que se solemnice la fiesta como es razón.
Igualmente se obliga a los hermanos a confesar cada año en Cuaresma y a asistir a otras fiestas religiosas. Las penas, normalmente pecuniarias, podían acarrear la expulsión de la hermandad.
Vida y muerte
La Regla regula, incluso, el ámbito estrictamente personal, ordena como han de vivir los hermanos, insistiendo en la moralidad de sus actos, prohibiéndoles ayuntarse con mujeres ajenas, ni mujeres de contra ley, ni sean abarraganados.
Como hermandad que es, el socorro a los propios miembros de la misma está perfectamente regulado y cubierto. Varios capítulos explican cómo han de auxiliar a los hermanos pobres y cómo disponer todo lo necesario cuando llega la hora de la muerte.
Y como organización asistencial que es, las disposiciones referidas al fin fundamental de la hermandad, el ejercicio de la caridad y asistencia, son muchas y muy amplias. Entre ellas están las de sepultar los muertos especialmente los pobres que fallecen en cualquier lugar de dentro o fuera del pueblo hasta dos leguas de distancia.
Gestión y administración
En lo referente a la administración económica de la hermandad las disposiciones son minuciosas. Poner el acento en el reparto de las limosnas que recibe la cofradía y que se distribuyen de la siguiente manera:
… ordenamos que sean divididas y repartidas en tres partes, la una sea para proveimiento de los pobres que estuviesen en nuestro hospital, y la otra parte para los pobres vergonzantes y para los pobres enfermos de los otros hospitales y personas miserables que fueren halladas por toda la villa y la otra parte para casamientos de huérfanas pobres…
Siguen varios capítulos donde se ordena y regula la gestión y la administración de los bienes y rentas de la hermandad.
La estructura de las cofradías era muy variada y en lo referente al número de hermanos lo habitual es que las exigencias para acceder a ellas no eran especialmente complejas.
Mujeres
Es relevante el hecho de ser un mundo, el de las cofradías, esencialmente masculino, lo que no impedía la admisión de mujeres. Pero eran los hombres los que ejercían los cargos de responsabilidad dentro de las hermandades quedando relegada la mujer a un papel de dependencia.
También se introduce el elemento femenino en la corporación cuando se ordena que se busque una mujer honesta y de buena vida y conciencia que en la dicha casa de Señor San Bartolomé sirva y visite a los enfermos (…) dándole por ello salario convenible…
Nada que añadir a esto: el hombre en los puestos de dirección y la mujer dedicada al trabajo más “físico”.
Llama la atención las condiciones que se les exige a las mujeres que no siendo esposas de hermanos, quisieran convertirse en miembros de pleno derecho de la cofradía:
… si alguna mujer honesta o viuda quisiera ser nuestra hermana no sea recibida a menos que de una joya a esta casa de Señor San Bartolomé para las camas y proveimiento de los pobres de nuestro hospital y tal joya o alhaja no valga menos de mil maravedís… (casi 30n reales, cuatro veces más que los hombres) aunque si fuese pobre la recibirían por caridad pagando los 8 reales que se les exige a los hermanos.
Conclusión
Cofradía ésta que como institución laica de carácter religioso estaba bajo la autoridad de los obispos y es por ello por lo que esta Regla lleva incorporada al final la aprobación del provisor de Sevilla en fecha de 20 de mayo de 1633.
Una cofradía que con seguridad ejerció durante siglos una gran influencia en la vida de esta comunidad al igual que su hermana, la cofradía de la Misericordia.
Finalmente, a pesar de su influencia y recursos, acabó desapareciendo y cualquier atisbo de su existencia.
PARTE II
Así acabó el antiguo Hospital de San Bartolomé
Esta cofradía de San Bartolomé cuyos orígenes se remontan, al menos con constancia documental, a mediados del siglo XVI pone fin a su actividad en el año 1884, cuando social y económicamente no es viable su continuidad, consumando su desaparición a finales del año 1892 cuando se produce la venta de lo que fue el antiguo hospital de San Bartolomé, un edificio situado en el nº 14 de la calle San Bartolomé.
Por la escritura de venta de este edificio sabemos que ese año se instruye un expediente para la enajenación del edificio ruinoso conocido por el Hospital y el remate del mismo por medio de subasta pública.
Se añade que al ayuntamiento de esta villa ha correspondido en propiedad desde tiempo inmemorial y como parte de su caudal de propios un edificio sin número en la calle de San Bartolomé, el cual se encuentra cercado de muros y ha sido conocido con el nombre de Hospital.
Sigue una descripción del mismo: se compone de una sola nave de planta baja que mide dieciséis metros de frente por tres y cincuenta centímetros de fondo (16 x 3´50 m), sin corral, cuya nave se encuentra dividida en tres habitaciones iguales (…), dicho edificio tiene su puerta de entrada en la misma calle de San Bartolomé con el número catorce y linda por la derecha todo él con casa de Diego Marcos López, por la izquierda y espalda bodega de don Vicente Pacheco y Romero. Y continúa justificando las causas de su venta, aunque en ruinas hasta el extremo de ser inminente la necesidad de derribar toda la parte que no ofrece garantías.
Revelador resulta el dato que ofrece a continuación, cuando se dice que se vino utilizando como hospital hasta el año mil ochocientos ochenta y cuatro en que por su estado ruinoso dejó de tener aplicación para dicho destino.
Añadiendo que por haberse extinguido la junta de señoras que actuó en el año de mil ochocientos ochenta y cuatro y por tanto al no obtener los recursos que esta proporcionaba para atender al costo de los gastos que producían algunos enfermos pobres en solemnidad causan para la manutención de los mismos y otros inherentes a un fin benéfico como humanitario había dejado de utilizarse dicho edificio y por la falta de reparos anuales tan necesarios a un edificio sumamente antiguo se hallaba arruinado. Esto unido a que por algunos señores bien acomodados de la población se proyecta levantar otro modesto edificio bien situado con el mismo propósito al que dotarán suficientemente para que puedan cubrirse los gastos de sus enfermos a cuyo fin se dotará de camas suficientes ofrecen razones más que suficiente para proceder a la enajenación del edificio.
La venta del hospital
Así, la corporación municipal consideró que la venta del local declarado inútil ya para el objeto a que antes se destinaba, era conveniente a los intereses del municipio acordó por unanimidad su enajenación en subasta pública.
Una vez tomada esta resolución se nombraron peritos para el justiprecio del inmueble que fue valorado en ciento treinta y una pesetas, y una vez aprobada por al Gobernador de la Provincia se publicaron los edictos correspondientes. El día de la subasta, 27 de octubre de 1892 fue rematado el precio por el compareciente don Álvaro Pacheco y Romero por el precio fijado, ingresando el dinero al día siguiente en las arcas municipales.
Por último queremos dejar una breve reseña, de pasada, sobre la responsabilidad que esta institución tenía de la ermita de San Roque. Una responsabilidad compartida también por la otra gran institución asistencial del municipio, el Hospital de la Misericordia, que tenía a su cargo otras dos ermitas: la de San Sebastián aneja al Hospital y la de la Nuestra Señora de las Reliquias.